El incendio de Gran Canaria ya es el más devastador de los últimos años: 12.000 hectáreas en llamas
El responsable de Bosques de Greenpeace, Miguel Ángel Soto, Miguel Ángel Soto, responsable de la campaña de Bosques de Greenpeace, califica el fuego de Gran Canaria como "el peor incendio forestal de los últimos años en España".
de Ingenieros de Montes a los que ha tenido acceso Europa Press, en lo que va de año se han registrado ya una docena de grandes incendios forestales, aquellos que superan las 500 hectáreas.
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El fuego que se inició el pasado sábado en Valleseco, Gran Canaria, se extiende ya por un perímetro de 78,8 kilómetros en los que han ardido ya 12.000 hectáreas, una cifra que cuadriplica al que era el mayor incendio en España en lo que se lleva de año, el de La Torre del Español, que se inició el pasado 26 de junio a Tarragona y Lérida, e iguala por el momento al fuego de 2005 en Riba de Saélices (Guadalajara), que se cobró la vida de 11 agentes forestales.
Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y el Colegio de Ingenieros de Montes a los que ha tenido acceso Europa Press, en lo que va de año se han registrado ya una docena de grandes incendios forestales, aquellos que superan las 500 hectáreas. El último de ellos, precisamente en Artenara, se inició el 10 de agosto y fue apagado poco antes de que se iniciara el de Valleseco, que se llevó por delante 1.000 hectáreas de superficie.
El incendio más grande de este 2019 era hasta la fecha el de La Torre del Español, entre Tarragona y Lérida, con 4.072,24 hectáreas, de las que 2.493,23 eran superficie arbolada. A este fuego le sigue el que afectó a Toledo y Madrid en las localidades de Almorox-Cenicientos-Cadalso en los mismos días, el 28 de junio, y que calcinó 2.987,68 hectáreas, 641 de ellas de superficie arbolada.
En tercer lugar, el de Barchín del Hoyo en Cuenca, que se inició el 30 de julio y que dejó 2.392 hectáreas quemadas y el cuarto por hectáreas quemadas se registró en Beas (Fuente de la Corcha), en Huelva, donde ardieron 1.483,10 hectáreas, mientras a este le sigue el de Gavilanes (Ávila), que quemó 1.414 hectáreas. En sexto lugar en Toledo, el 28 de junio, se quemaron 1.017 hectáreas.
El resto de los grandes incendios de este año se quedó por debajo de las 1.000 hectáreas de superficie.
De este modo, para encontrar un fuego en la Península Ibérica que iguale en superficie afectada al que en apenas tres días y medio se ha cobrado ya 12.000 hectáreas en el archipiélago hay que remontarse a 2005, cuando el 16 de julio en Riba de Saélices (Guadalajara) ardieron un total de 12.732 hectáreas; hasta 2003, en Silves (Portugal) con 12.656 hectáreas afectadas, o más cercano el de 2012 en Castrocontrigo (León), con 11.950 hectáreas quemadas el 12 de agosto.
El fuego que asola Gran Canaria, que según el técnico helitransportado y responsable de extinción del sector Yankee, Javier Blanco, podría tardar al menos un mes en ser declarado totalmente extinguido, supera ya las 12.000 hectáreas quemadas.
Sin embargo, la mayor extensión quemada en un solo fuego ardió el 28 de junio de 2012 en Cortes de Pallás (Valencia) y a este le sigue en superficie el de Minas de Riotinto, el 27 de julio de 2004 con 28.065 hectáreas.
En el ranking de los mayores incendios de España siguen a estos fuegos los incendios de Andilla (Valencia), el 29 de junio de 2012, con 22.518 hectáreas quemadas; Tejeda (Las Palmas), con 19.191 hectáreas calcinadas por un incendio que ocurrió el 27 de julio de 2007; y Los Realejos (Tenerife), por un fuego que arrasó 18.096 hectáreas el 30 de julio del 2007.
En Valencia de Alcántara (Cáceres) se quemaron 13.693 hectáreas el 2 de agosto de 2003; en Agallas (Salamanca), un incendio el 13 de agosto de 2003 dejó 11.479 hectáreas calcinadas; y en La Jonquera (Girona) ardieron 10.578 hectáreas el 22 de julio de 2012.
En todo caso, en octubre de 2017 la serie de incendios que afectó al noroeste de la Península a consecuencia de los vientos procedentes del huracán Ofelia, dejaron solo en Galicia más de 70.000 hectáreas quemadas si se tiene en cuenta esos fuegos en su conjunto, según ha explicado a Europa Press el delegado de Galicia del Colegio de Ingeniero de Montes, Juan Picos. La cifra es similar al volumen de hectáreas que se quemaron en 2006 en las Rías Bajas gallegas durante unas pocas semanas de agosto.
En la Península Ibérica destacan también los fuegos de Portugal en 2017, cuando en Várzea dos Cavaleiros se quemaron 33.693 hectáreas y en Pedrograo Grande, 28.913 hectáreas, pero además se llevó la vida de 64 personas y dejó 135 heridos, además de cuantiosos daños.
Canarias: el peor incendio de los últimos años
En este contexto, el responsable de Bosques de Greenpeace, Miguel Ángel Soto, responsable de la campaña de Bosques de Greenpeace, califica el fuego de Gran Canaria como «el peor incendio forestal de los últimos años en España» y lamenta que afecte a un «rico patrimonio natural, numerosas especies endémicas y amenazadas y que es vital para el abastecimiento de agua potable en la isla».
Según recuerda, es «el tercero en pocas semanas en la isla». Por ello, considera que una vez sofocado el fuego y enfriado el ambiente, se deberían depurar responsabilidades sobre el origen del fuego; poner en marcha una necesaria planificación preventiva y de protección civil y que la acción política se ponga urgentemente en marcha para minimizar la actual emergencia climática.
«Si no detenemos la emisión de gases de efecto invernadero y, con ella, el aumento de temperaturas, los grandes incendios serán más virulentos», advierte Soto, que alerta de que aunque el cambio climático no explica el origen de los incendios, sí esclarece las causas de su propagación y virulencia. De hecho, señala que un monte vulnerable al calor y la sequía en el que además se insertan viviendas es un monte más propenso a los grandes fuegos.
De los diez municipios con los incendios más devastadores, según la ONG, solo Realejo (Tenerife) cuenta con un plan homologado de prevención, aunque aún no se ha implantado.
En este sentido, el decano de montes gallego y coordinador del estudio ‘Cooperación Transfornteriza en la prevención y extinción de incendios forestales en el Eixo Atlántico’, que analiza el fuego entre Galicia y Portugal, expone que durante siglos el fuego fue utilizado por la población rural del noroeste como un mecanismo para deforestar y eliminar matorral para poder roturar y cultivar.
Sin embargo, el abandono rural a partir de la segunda mitad del siglo XX, provocó una «importante pérdida» de la actividad agraria y ganadera extensiva, con la pérdida de los desbroces periódicos que evitaban una excesiva acumulación de combustible vegetal almacenado en el monte. En concreto, solo en Galicia desde 1961 hasta 2011 se registraron casi 250.000 incendios que sumaron una superficie quemada de dos millones de hectáreas.
El abandono rural sumado a otras causas más allá de la interfaz urbano-forestal han conducido a una nueva tipología de incendios, según Picos, que ya es catalogada como la «sexta generación».
Tras estos incendios, coincidiendo con la tesis de Greenpeace y otras ONG ambientales están otras causas también relacionadas con el cambio climático.
Así, el decano autonómico explica en su informe que estos incendios se caracterizan por lograr generar grandes cantidades de energía que acaba siendo liberada repentinamente por un proceso de «colapso de la columna convectiva», de modo que consiguen aceleraciones puntuales que multiplican por entre 6 y 12 veces la velocidad de propagación esperable a los mismos. Esto conduce a un incremento de velocidad de propagación que puede generar una progresión del incendio que puede llegar a afectar hasta a 4.000 hectáreas por hora.
Ese fue el caso de los incendios de Portugal y del noroeste de España de octubre de 2017 cuando, según recuerda, el fuego avanzó a una velocidad de 14.000 hectáreas por hora, lo que convierte a estos grandes fuegos en «letales para la población, los servicios de defensa contra incendios, las infraestructuras y los intereses de la sociedad en general».
Por último, se refiere al huracán Ophelia de aquellos días precisamente, cuando los vientos de la tormenta de fuego llegaron a superar «con creces» a los del huracán.
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